jueves, 21 de abril de 2016

Etérea.

Hola. Es difícil de contar mi historia, pero creo que es necesario, puede que haya gente como yo, que haya pasado por lo mismo, que tenga mi mismo problema, que me pueda decir qué me pasa.
Para entender todo, primero hace falta que aclare ciertas cosas acerca de mí, sino, no entenderías el por qué mi vida ha sido tan complicada para mí.
Soy una persona de inteligencia alta, con una capacidad de cálculo y memoria buenas. No es que sea una persona con retraso, para nada, hasta tengo cierto oído musical y pinto bien; sin embargo, hay ciertas cosas básicas que no puedo entender. No puedo saber cuándo hacen una broma, están exagerando algo o es un farol. Ya me han explicado muchas veces que la gente no habla siempre de modo literal, pero el único modo de saber cuando no hablan literal es preguntándolo, y eso es un tanto... ¿vergonzoso? Sí, da mucha vergüenza preguntar eso cuando alguien está tan alterado que dice cosas horribles; te tachan de borde, incomprensiva. Para mí sí, por ejemplo, estás cansado de hacer actividad física y dices “me quiero morir”, yo entiendo “se quiere morir”. Lo que dices es lo que entiendo, punto, no más vueltas de hoja.
En segundo lugar tengo problemas de fobias. A los loros, a los ladridos, a los ruidos fuertes entre otras cosas. Lo paso muy mal, me entra ansiedad, lloro. Un día en vivero se me acercó un loro y me dijo “hola”. Salí corriendo del miedo. No paré hasta llegar a la sección de muebles de la tienda. Otro día iba paseando con un chaval y un precioso perro grande situado detrás mío ladró. Me encogí, chillé y me tapé la cara del pánico. Cuando me di cuenta, estaba en pleno centro de mi cuidad llamando la atención y dando el espectáculo. Pasé vergüenza cuando me calmé.
Pero lo peor son los ruidos fuertes. Mi abuela es sorda desde niña, mi madre por eso tenía la costumbre de hablar a gritos, sobre todo al reñirme. Pasaba miedo, quería morir, era una niña que cometía errores como otra cualquiera, y no soportaba que me riñesen a gritos. Prefería morir a pasar toda mi infancia así. Además hablaba muy deprisa, cosa que tampoco soporto, me cuesta prestar atención cuando me hablan así, y cuando lo intento me entra ansiedad. Salía fuera de control. Mi madre creía que era rebeldía, que quería estar por encima de ella, y más chillaba y más deprisa hablaba. Era horrible, horas soportando una fobia y años aguantando esos ratos. Para colmo, por “rebelde”, por cortarle la palabra pidiendo que no gritase, me decía que me iba a llevar al reformadores. Eso se dice normalmente donde vivo a los niños aunque nunca se hace. Pasé 20 años creyendo que mi madre se quería desacer de mí, porque como lo entiendo todo literal, pues creía de verdad que me quería llevar a “un sitio donde van los niños malos y te pegan”. Además como le interrumpía, lloraba y gritaba del pánico, haciendola creer que sólo era una maleducada con ganas de mandar más que ella, tenía que oír cosas como “no te mereces el agua que te bebes”, “niñata”, “contestona”; son cosas que el resto de personas entiende que se digan por el enfado aunque no se sientan; pero yo creía que mi madre era eso lo que opinaba de mí. Me odiaba, sentía que era una mala persona que no se merecía ni el amor de mi propia madre, cosa que es al contrario, mi madre me ama con todo su corazón. Me quiere tanto que cuando me acosaron en el colegio por celos, ella cogió depresión y decía que se quería morir. Otra vez vamos al tema del habla exagerada, otros tantos años pensando que mi madre quería morir de verdad, creía que en cualquier momento iba a coger una navaja y la iba a perder para siempre. Perder a alguien que te ha cuidado durante muchos años, que te compra todo lo que necesitas y te ayuda a estudiar, es muy triste, y yo pensaba que me iba a pasar eso de verdad.
Otra cosa más, no reacciono bien ante los cambios. Cuando pasé de la guardería a párbulo nadie me avisó del cambio, así que reaccioné mal. Hasta me gané durante mucho tiempo el mote de “loca”, cosa que importaba más a mi madre que a mí, la verdad. Y lo único que me pasó es que estuve enfadada mucho tiempo porque habían cambiado mi rutina, sin tiempo de avisarlo, mi uniforme, el sitio, la gente. Me sentí como un objeto, ni siquiera me avisaron de algo así, me sentí parecido a como si me hubieran tratado como un animal. Ni siquiera me habían dado tiempo a asimilar el cambio con antelación. Con el orden soy igual, mis cosas, mi sitio, sólo los toco yo. O al menos eso intento. Pero no hay modo de que no se me “ayude a ordenar el cuarto”. Es sólo un detalle comparado con el resto de lo que he contado, pero bueno, para que me entendáis mejor.
Un detalle más, sufro de EDNOS, trastorno alimenticio no especificado, en parte porque han exagerado mi peso, bien comparandome con gente en infrapeso, o diciendo cuando cojo un kilo que
he engordado una bestialidad (siempre ha sido normal mi peso); bien en parte por mi orden y mis manías.
La verdad, me gustaría saber qué me pasa.

Escrito por Isabel.