jueves, 14 de enero de 2016

No me obligues.

Es tan difícil que la gente te comprenda, que se ponga en tus zapatos e incluso si nunca vivió algunas de tus experiencias que ponga de su parte para no juzgarte e intentar entender de alguna manera. Supongo que a lo largo del tiempo aprendí que las personas que más te entienden son las que han vivido similaridades a tus vivencias. Es difícil salir el cascarón del estigma que se formó en la sociedad y ser un libro abierto con nuestros problemas, incluso con nuestras relaciones más íntimas y cercanas. Pero aquellos que se ganan esa confianza nuestra deberían sentirse honrados, especiales, porque no solemos hablar de estos temas con cualquier persona equis. Pónganse un simple ejemplo: para la época de navidad y año nuevo toda nuestra familia come como si fuera el fin del universo, como si el mañana no existiera y esa fuera la última cena. Mientras que tú estás ahí sentada pensando, dudando y hasta sufriendo. "Come" te dice tu mamá o la tía o la abuela. Pero por dentro sólo quieres desaparecer de esa situación. Desearias que todo se esfumara y que realmente acabe el mundo. "¿Qué podría salir bien comiendo todo esto?" piensas. Y es tan difícil de explicarle esta situación a alguien, tan difícil de que lo entienda y tan difícil de que no parezca una simple obsesión. Porque no lo es, no es una obsesión. Es una enfermedad. Sí, como leíste: los desórdenes alimenticios son una enfermedad. ¿O acaso crees que esto se elige? Si piensas así pues dejame decirte que estas en lo equivocado. No se elige ni se planea, simplemente pasa, y a veces no podemos darnos cuenta que está pasando hasta que estás sumergido en ese pozo que parece no tener salida. No hay edad para estos trastornos. ¿Se piensan que una niña a la que sus compañeros le dicen "gorda" elige dejar de comer? No. La mente te juega en contra. En lugar de tomar el camino de prácticar deporte o cambiar la alimentación o hacer frente a ellos, se vuelve débil, y toma la opción de matarse a hambre o hasta de expulsar el alimento de maneras que no apruebo o incluso hasta llega a lastimarse porque eso calma el dolor interior que siente. No, no hay edad ni sexualidad para esto que llamamos desorden alimenticio. Yo soy un ejemplo de eso.
Cuando tenía 5 años tiraba toda la comida que me daban siempre que podía. No comía. Me daban inyecciones para abrirme el apetito. No funcionaba. Me obligaban a sentarme a comer tres porciones de lo que se haya preparado en el almuerzo, empezando el día con un desayuno con tres vasos llenos de diferentes bebidas y al menos dos comestibles. Sufría. Era horrible. Llegaba a la escuela llorando. Mi maestra de primer grado me preguntaba qué me sucedía y yo no sabía qué decir excepto que en mi casa me obligaban a comer. ¿Qué iba a hacer ella? Si total la gente piensa que comer siempre está bien y si uno come está bien de salud. El cerebro, pobrecito... de él nadie se acuerda.
Hoy tengo 23 años. Mi mamá aún me obliga a comer cosas que no me gustan o no quiero. Sigo sufriendo cada que eso pasa. Sufro cuando me dicen que estoy gorda y me encanta que me digan que estoy flaca. Un día puedo sentirme la chica más hermosa mientras que al siguiente puedo pensar que parezco un cerdo. Amo comer. Amo alimentarme y sentirme bien conmigo misma. Pero me estoy dando cuenta que la opinión de quien es cercano a mí me duele. No me importa, sólo duele.

Asique si llegaste a leer hasta acá y conoces a alguien con algún desorden alimenticio, por favor, no le obligues a comer. No fuerces algo que no ayuda en absoluto. Esto es mental. Hacer a esa persona comer le va a hacer daño simplemente. No la obligues si no quiere o no se siente cómoda. Acompañale, abrazale y hazle saber que no está sola, que puede contar contigo y recuerdale siempre que puedas lo importante que es. Respetale. 


Escrito por @ohwowfxckit.